Aunque esta semana ha sido corta, he podido acompañar en la Escuela de S.
José, a la que no iba desde el mes de marzo, ya que necesito algún medio de
locomoción para poder desplazarme hasta allí. Esta escuela es una de las más
lejanas al Centro del NER. Como siempre Ramin (el voluntario suizo) ha sido el
que me ha acompañado a mí y me ha
brindado su apoyo logístico. La Escuela está muy bonita con todos los
adornos y producciones de los niños y niñas, repartidos por todos los rincones
del en el aula.
Asimismo, seguí acompañando al pequeño grupo de Heisel que tiene
dificultades de lecto-escritura, junto con Stefani.
El primer día decidimos ir a conocer el volcán “Concepción” ¡madre mía que odisea! Tardamos más de 12 horas y encima nos cayó una buena tormenta. Tuvimos un tiempo muy variado, por unos momentos estábamos sudando, como n os ven ía una niebla que nos tapaba todas las vistas y nos hacía pensar que estábamos en alta montaña o en los Picos de Europa, por el verdor y lo escarpado de algunos puntos de el volcán.
La subida se hizo dura, pero la bajada fue todavía peor, ya que el cansancio nos hizo en algunos momentos flaquear, sobre todo a mí. Yo creía que no llegaba mi rodilla izquierda me recordó, sobre todo en la bajada, que los años no pasan en balde y que el esfuerzo era demasiado, después de haberme hecho el Cerro negro la semana pasada.
todos estábamos con agujetas y sin ganas de hacer muchos kilómetros a pie. El guía nos propuso hacer un recorrido en coche hasta la base de la “cascada de S. Ramón”, que está en el otro volcán de la isla “El madera”. Fue una gozada darnos un baño todos juntos en esa preciosa cascada. Era impresionante ver caer esos chorros de agua desde por lo menos, 100 metros de altura. Nos dimos un baño estupendo y sobre todo reparador. Allí conocimos a una pareja de españoles que recorrían la isla. Ella antigua voluntaria en prácticas de la AECI y curiosamente vivían en Madrid. Más tarde nos fuimos a comer a la playa de Santo Domingo y a terminar la tarde en el el ojo de agua que ya conocía, pero no por ello menos apetecible. La novedad fue que además de ir acompañada por los voluntarios en el fondo de la piscina, precisamente en uno de los lados donde estuvimos nadando, descubrimos que había un caimán dormitando en el fondo. ¡se me puso la carne de gallina, solo de pensar que había estado nadando hacía unos minutos alrededor de él.
También tenía vistas al Lago, que realmente parecía el mar... ¡tengo que volver a ese lugar!.
Para poder estar pronto en los “Leche”, madrugamos y tuvimos que tomar de
nuevo otros 5 medios de transporte. ¡toda una aventura llegar a nuestro punto
de destino!. Esta vez también el autobús pasó antes de tiempo, pero como ya
habíamos aprendido la lección, en esta ocasión no nos quedamos en tierra…¡ja,
ja!
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